Este texto es producto de ciertas nostalgias con carácter transitivo: las de mis cinco hijos, todos viviendo fuera de Tucumán; las de tantos otros amigos del pago exiliados por el motivo que sea, y hasta las de algunos porteños que tuvieron el privilegio de probarlos y se convirtieron en verdaderos fanáticos. A tal punto que sé de ciertos serios egresados de la Universidad Torcuato Di Tella que alguna vez llegaron a repetir la frase: "¿Vamos a ?hacer? un Chacho?".

Definitivamente, jamás se les debe pasar por la cabeza a los tucumanos cometer el error de pedir en Buenos Aires un sándwich de milanesa. Les pondrán delante un pan francés de la mañana temprano con una lechuga mustia y una milanesa frita hace horas (¡o hasta el día anterior!!).

Nada, pero nada que ver con lo que significa ese pan "sanguchero" calentito al que le sacaron la miga a toda velocidad, mientras ante nuestros ojos en el aceite se retorcía la milanesa y nuestros oídos escuchaban: "¿la quiere completa y con picante?". Muy posiblemente hará falta gran cantidad de servilletas de papel que ayuden al propósito tácito de que, de esa delicia, no queden ni los rastros.

El otro ícono de la "tucumanidad gastronómica", el sándwich de ternera, puede ser un poco más "elegante", especialmente en ciertas combinaciones poco usuales, como las que incluyen ternera, huevo duro y berenjenas.

Y, en honor a la verdad, preparar la ternera es sumamente simple: peceto o trajamón, hervido o a la cacerola, y salsa inglesa... ¡pero sigue siendo única!

Me ha tocado el honor de tener que viajar con ternera y con la botellita de salsa inglesa porque los eventos familiares en la "gran capital" estarían llenos de nostálgicos activos. Sólo ternera y queso tenían los "sanguchitos", pero desaparecían a una velocidad tan pasmosa que reconfirmaba el placer de haber cargado el "taper" los 1.200 km. Y hasta daba el margen para perdonar la cuota de egoísmo de los que decían "no se los des a los porteños; total, ni siquiera saben lo que se pierden".